La enfermedad de la Gota

La gota es un trastorno del metabolismo de ciertas substancias, que reciben el nombre de cuerpos purínicos, y como consecuencia de ello se origina un exceso de sales derivadas del ácido úrico en la sangre, lo cual produce ataques de artritis asociados con el depósito de uratos en las articulaciones afectadas y en otras partes del cuerpo.

Causas de la enfermedad de la gota

En realidad, se desconoce la causa íntima que provoca la alteración del metabolismo. Indudablemente el factor hereditario de predisposición es muy importante. El factor sexo también influye considerablemente, puesto que predomina dicha enfermedad en el sexo masculino.

Como factores de indudable importancia tenemos la frecuencia con que la gota se produce en individuos que beben mucho alcohol y comen mucha carne. Todo ello justifica que se haya dicho que la gota es una enfermedad o trastorno que se produce en los que se dan buena vida, o de las clases pudientes.

El factor constitucional es de interés. Consideremos que casi la gran mayoría de gotosos son individuos del tipo pícnico, es decir: gordos y sanguíneos. Junto al exceso en las comidas hay otro predisponente decisivo, cual es el poco ejercicio que efectúan. Se trata de individuos de vida sedentaria.

Sea cual fuere la causa íntima, lo cierto es que estos individuos poseen la peculiaridad de retener patológicamente ácido úrico, de modo que si su alimentación es rica en substancias purínicas, aumenta de modo considerable el ácido úrico en la sangre, depositándose en forma de uratos, preferentemente en los cartílagos de las articulaciones.

Y en segundo término, en las membranas que envuelven los tendones y en las mucosas. No está todavía aclarado si el gotoso fracasa en la eliminación del ácido úrico en exceso, o bien si es que sus tejidos poseen una especial afinidad para captar el ácido úrico circulante.

Cuadro clínico de la enfermedad de la gota.

La forma corriente de comenzar la enfermedad es el típico ataque agudo de gota. Empieza bruscamente, por la noche, con dolor intensísimo que afecta casi siempre a uno de los dedos gordos del pie, apareciendo una gran hinchazón y enrojecimiento.

El dolor es tan agudo que a menudo el enfermo no soporta el peso de las sábanas. Suele disminuir hacia la madrugada, para aumentar la noche siguiente de modo más profundo. Esta variedad con alternativas de fases de agudización y fases de remisión es muy característica de la dolencia. También frecuentemente suele “saltar” el dolor de una articulación a otra afectando a los otros dedos del pie.

El período de ataque acostumbra a durar una semana, después suele transcurrir largo tiempo, a veces incluso años, hasta que se presenta otro ataque similar. De las demás articulaciones —que son afectadas en períodos ulteriores— destacan los pies, los tobillos y las rodillas. Con mucho menor frecuencia quedan afectadas las extremidades superiores.

Los dolores de las articulaciones de las extremidades inferiores reciben el nombre de «podagra», y los de los miembros superiores, “quidagra”.

El diagnóstico se confirmará al practicar un análisis de sangre que demostrará la presencia de gran cantidad de ácido úrico (por encima de tres miligramos por 100 centímetros cúbicos de sangre).

Es corriente que el aumento de ácido úrico en la sangre no va acompañado de aumento de ácido úrico en la orina, la cual presenta cantidades anormalmente bajas. La radiografía en la primera fase de la enfermedad demuestra alteraciones articulares, y luego, en fases más avanzadas, el depósito de ácido úrico en las coyunturas produce pequeños quistes óseos de bordes imprecisos y contornos semicirculares.

Son frecuentes —aunque no específicos de la gota antigua— unas manchas claras redondeadas que se hallan en la substancia ósea cerca de los extremos articulares, rodeadas de una pequeña franja obscura.

Cuando la enfermedad se hace crónica, el síntoma que permite el diagnóstico es la presencia de depósitos de uratos, que reciben el nombre de “tofos”, en diversas partes del cuerpo. Esperceptible su localización en el pabellón de la oreja.

Forma unos abultamientos blanquecinos del tamaño de una cabeza de alfiler o de un perdigón, que    se transparentan debajo de la piel. En tales casos los “tofos” no son dolorosos, a diferencia de las localizaciones articulares, y si se pinchan con un alfiler sale de ellos una masa blancuzca parecida al yeso húmedo.

Conviene señalar una reacción muy típica que permite diagnosticar su constitución y es la de calentar dicha substancia (procedente de los «tofos») con amoníaco hasta que produce humo de color naranja: reacción de la murexida.

Además     de esta localización, asimismo pueden encontrarse “tofos” en varias articulaciones o en sus proximidades.

Forman abultamientos duros que se abren espontáneamente eliminando, por las úlceras abiertas, los uratos.

En las formas crónicas de la enfermedad suelen producirse alteraciones en diferentes visceras: en el riñón, esclerosis; en las articulaciones, arterieesclerosis; en el músculo cardíaco, degeneración. En el aparato digestivo las alteraciones frecuentes son: el estreñimiento, las hemorroides y la acidez de estómago.

En fases avanzadas, las localizaciones articulares muestran las señales de una artrosis deformante.

Tratamiento de la enfermedad de la gota

Dejaremos de lado los medicamentos que por cierto resultan muy efectivos en esta enfermedad: la colchicina, la fenilbutazona, el ACTH y les esteroides cortisónicos, que permiten obtener resultados espectaculares. Limitándonos aquí sólo a insistir sobre las normas higiénico-dietéticas de mayor interés para los gotosos:

Durante el ataque agudo de gota es preciso que el paciente permanezca en reposo absoluto, encamado. No debe reanudar su actividad hasta que hayan dc:aparecido totalmente los dolores, incluso la pequeña molestia despertada por la presión sobre la zona afectada. La parte dolorida se mantendrá cubierta con algodón para evitar los roces y que sufra las variaciones de temperatura.

Se recomiendan envolturas y compresas calientes, o bien calor irradiado. Durante el ataque la dieta estará exenta de purinas. Queda prohibido que los enfermos coman: hígado, bazo, riñones y pulmones de animales, caldo de carne, carne de pichón, arenques, anchoas y sardinas, en aceite o frescas. En cambio las purinas del café, té y cacao no son peligrosas porque no producen ácido úrico.

Se recomendará reducir o suprimir líquidos y grasas. Por el contrario, es conveniente que coman hidratos de carbono y carnes exentas de purina. Para ello la dieta se basará en que coman carne sólo una vez por semana y abundantes frutos muy acuosos: como el melón, sandía, naranja, peras de agua.

Las fresas gozan fama de ser antigotosas. Es preciso evitar la sobrealimentación. El alcohol queda prohibido en absoluto, y las aguas fuertemente alcalinas también. En general todas las aguas diuréticas resultan favorables para el gotoso.