Fiebre Dum-Dum

Causas de la fiebre Dum-dum

Es una enfermedad infecciosa producida por un flagelado, la «leishmania donovani», de forma ovoidea, con un núcleo grande situado en el centro y otro más pequeño en la parte periférica, del cual parte un pequeño filamento (flagelo). A diferencia del tripanosoma (de la enfermedad del sueño), no posee membrana ondulante.

Factor complementario predisponente a su difusión es la latitud geográfica: es una enfermedad ampliamente extendida por todo Asia. También se encuentra en muchos lugares de las costas del Mediterráneo.

Transmisión de la fiebre Dum-dum

La sangre de los hombres afectados y de los animales enfermos, especialmente los perros, son los prin­cipales reservorios, siendo el «agente transmisor» el mosquito llamado «flebotomus argentipes».

Cuadro clínico de la fiebre Dum-dum

Después de una incubación bastante larga (de tres a seis meses), comienza con una fiebre irregu­lar que muestra intervalos afebriles, cada vez más cortos. Des­taca en la enfermedad el aumento grande del volumen del bazo, que abulta en la parte izquierda del vientre, y que a veces incluso llega hasta la pelvis. Otra manifestación progre­siva y grave es que se acentúa la anemia y la disminución de los glóbulos blancos.

Además de las señaladas, en el enfermo se añaden las al­teraciones de su estado general. Pierde considerablemente su peso. Siente debilidad. Sudores profusos. Trastornos digesti­vos, predominando las diarreas.

Dejada sin tratamiento, la enfermedad conduce a un de­rrame de líquido en la cavidad abdominal, hinchazón de las extremidades, diarrea importante, hemorragias en todas las mucosas, y finalmente muerte por consunción al cabo de uno a dos años.

El tratamiento oportuno puede mejorar al paciente y lograr la curación.

Prevención

Deberán matarse inmediatamente los pe­rros enfermos. Se luchará sin tregua contra los mosquitos transmisores, con medidas similares a las que se emplean en el paludismo.

Tratamiento de la fiebre Dum-dum

Muy efectivos resultan los antimoniales, sobre todo neostibosan. En 1960 se obtuvieron excelentes re­sultados empleando la anfotericina. Se añadirá, además, un tratamiento sintomático por medio de pequeñas transfusiones, extractos de hígado, preparados vitamínicos, etcétera.

La lepra es una enfermedad infecciosa, con marcada ten­dencia a convertirse en crónica, producida por el «bacillus leprae de Hansen», cuya forma y tonos de coloración le hacen muy semejante al bacilo de ¡a tuberculosis.

Como factores favorables a su desarrollo señalaremos la situación geográfica de algunos países, pues prevalece sobre todo en los trópicos, especialmente en la India y China. Tam­bién ha de tenerse en cuenta en los afectados un factor que pudiéramos decir de predisposición hereditaria, aunque no es una enfermedad hereditable: ningún recién nacido es le­proso.

Transmisión de la fiebre Dum-dum

Los reservorios del bacilo son únicamen­te los leprosos, que lo albergan en sus úlceras y secreciones nasales.

El mecanismo de transmisión se realiza por contacto direc­to con el enfermo, si bien parece posible ser contagiada por inhalación y manipulación de objetos pertenecientes a algún leproso. Pero insistamos en recalcar la escasa contagiosidad de la lepra, que requiere contagios íntimos y prolongados para su transmisión.

La vía exacta de penetración es desconocida. El hecho de que la secreción nasal contenga gran número de bacilos, hace suponer que pueda realizarse por contagio con dicha secre­ción.

Cuadro clínico

El período de incubación dura de dos a cuatro años, e incluso en algunos atacados resulta más pro­longado.

Se inicia durante una larga temporada con síntomas inde­finidos de malestar. Fiebre. Sudoración. Dolores vagos. Final­mente llega el período de localización, xen el cual las lesiones leprosas se asientan va. preferentemente en la piel y en los ner­vios. De aquí se derivan las dos principales variedades de lepra:

  1. La lepra de la piel o nodular, llamada también tube­rosa, se caracteriza por ataques febriles, que coinciden con la aparición de unas manchas rojizas en la cara y en el tronco, que van produciéndose en ataques sucesivos en el transcurso de uno o dos años. Con el tiempo se hinchan y se endurecen con una hipersensibilidad acusada. En las zonas citadas apare­cen pequeños tubérculos o granitos que se multiplican y crecer. Luego se unen, formando las típicas masas aplanadas de tejido leproso llamadas «lepromas», volviéndose anestésicas.

Cuando la enfermedad está completamente desarrollada, produce cambios importantes y radicales en la cara, que ad­quiere un aspecto singular, deformado: «facies leonina». En las mucosas de la nariz se produce abundante secreción. Las cuerdas vocales quedan alteradas, provocando una voz ronca muy característica. Los ojos se inflaman: conjuntivitis. Y las extremidades se cubren de nódulos y masas, que varían de tamaño y extensión.

La lepra puede ir evolucionando durante muchos años, con remisiones duraderas y pequeñas recaídas. Las recaídas son frecuentes y ocasionan la propagación de masas leprosas, que comúnmente se ulceran, dejando cicatrices que deforman el rostro, las manos, etcétera.

  1. ” La lepra nerviosa comienza por síntomas indefinidos de malestar, torpeza mental, hormigueos en la piel, etc. Des­pués se inicia el «primer período», en el que aparecen una serie de manchas rojizas, de unos dos centímetros de diámetro, que se tiñen de un color moreno en las razas blancas, y se aclaran en las razas de color. Las manchas quedan localizadas en la espalda, nalgas y el trayecto de los nervios periféricos.

En el segundo período las manchas se extienden, se difun­den, uniéndose unas con otras. Simultáneamente, aparecen una serie de zonas dolorosas, sobre todo en el trayecto de algunos nervios. A dicho dolor sucede un estado anestésico.

En el tercer período, las manchas enrojecidas del período anterior se blanquean, tienden a disminuir de intensidad en el color, mientras que las lesiones nerviosas, por el contrario, sueien extenderse.

Evolución

Cualquiera que sea la forma clínica puede estacionarse durante largo tiempo; esto sucede especialmente en los enfermos con lepra nerviosa. En cambio, la lepra cutá­nea posee una menor resistencia y los enfermos están más expuestos a morir de tuberculosis, pulmonía o nefritis.

Tratamiento de la fiebre Dum-dum

Aparte del tratamiento general —que cuidará mucho de la alimentación del enfermo, que deberá ser rica en vitaminas A y B, y del ejercicio físico al aire libre y del baño diario, caliente o tibio—, el tratamiento más eficaz pa­rece centrarse en la actualidad en las sulfonas, especialmente el dapsone o algún derivado menos tóxico que éste: proma­nida, solapsone. Simultáneamente, se empleará también la D-cidoserina y el aceite de chaulmoogra.