Tratamiento de las quemaduras

Las quemaduras pueden ser debidas a la aplicación directa de una llama o a la salpicadura de líquidos en ebullición : agua, aceite, etc., en cuyo caso suelen ser de poca profundidad y extensión. A veces son producidas por líquidos inflamables (gasolina, alcohol), y entonces se originan quemaduras de mucha gravedad, más que por su profundidad, por su extensión.

También pueden producirse quemaduras por sólidos fundidos; o por contacto con metales incandescentes que causan quemaduras profundas, pero muy localizadas.

Primeros auxilios en una quemadura superficial y poco extensa.

Lo fundamental son las lesiones locales, ya que el estado general no suele afectarse. En las formas más simples, con enrojecimiento y dolor, se calmará al paciente sumergiendo unos minutos la parte afectada en alcohol o bien aplicando un linimento a base de calamina.

En los casos con discreta reacción general (malestar, fiebre, pulso rápido, etc.), se añadirán antihistamínicos y sedantes nerviosos.

En las quemaduras más extensas (por ejemplo, que abarquen toda la mano), es preciso limitarse a practicar un lavado con agua hervida tibia y jabón, recortando los colgajos de piel muerta. Para ello, empléese instrumental estéril, sin abrir las ampollas que estén cerradas, y colocando la mano en posición funcional sin que los dedos se toquen por sus lados, recubriendo toda la superficie con tul graso, una abundante capa de gasas estériles, y mucho algodón, efectuando después un buen vendaje compresivo. La mano se mantendrá en posición elevada y se administrarán antibióticos y suero antitetánico.

Con dicho tratamiento curarán casi siempre bien las quemaduras de primero y segundo grados. Las más profundas quedarán preparadas para la posible aplicación ulterior de un injerto, el cual evitará las cicatrices retráctiles.

Tratamiento de las quemaduras graves.

En otras circunstancias, se producen quemaduras graves. Tal ocurre, por ejemplo, cuando las llamas prenden en los vestidos de una persona que sale corriendo en forma de “antorcha humana”. En estos casos es preciso conservar la serenidad. Es necesario evitar que el afectado salga corriendo. Si se considera preciso incluso tiene que golpeársele. Impedir a toda costa que corra. Debe cubrírsele con una manta para apagar las llamas. En estos casos graves conviene recordar que de la primera cura depende el porvenir del lesionado. Y, por tanto, es preciso trasladarlo urgentemente al centro quirúrgico más inmediato, “sin pretender improvisar curas”, que indefectiblemente le perjudicarían.

“Se trata de medicaciones y terapéuticas que deberá emplear el médico especializado.” Insistiremos sobre lo antes indicado: Traslado inmediato del lesionado a un sitio que ofrezca garantías. Nada de improvisaciones, ni “curas” que pueden resultar muy perjudiciales.

Pronóstico.

Creemos de interés recordar aquí dos cuestiones con referencia al pronóstico de una quemadura:

  • Primero: ¿Quedará cicatriz visible?
    Es preciso no olvidar que las quemaduras de primer y segundo grados, no dejan cicatriz. En cambio, las que destruyen todo el espesor de la piel, observándose en el fondo de la misma la grasa, dejarán una cicatriz retráctil visible.
  • Segundo: ¿Está en peligro la vida del paciente?
    Ello depende de tres factores:

    • La edad: los niños son tres veces más propensos al “shock” y, por consiguiente, son mucho más graves en ellos las quemaduras.
    • La extensión de una quemadura es trascendente para sentar su pronóstico: se dice que la que afecta menos del 10 % de la superficie del cuerpo es benigna, del 10 al 33 %, grave; y por encima del 33 %, gravísima; siendo mortal a partir del 50 % de superficie corporal afectada.
    • La localización suele poner una nota de gravedad en el pronóstico: las quemaduras del cuello y de las mucosas (boca, nariz, ojos) son graves. También las localizadas en la cara y en los genitales son graves, por tratarse de zonas muy ricas en vasos y muy sensibles.