Desde el riñón la orina recién formada pasa a la pelvis renal —especie de saco que desemboca en el uréter—, conducto que a su vez lleva la orina hasta la vejiga y a través de ésta se elimina al exterior por la uretra.
Cuando hay un obstáculo en alguno de estos tramos de las vías urinarias se provoca una retención de orina que da lugar a una dilatación, primero, de la pelvis renal, pero después, de los cálices y aun de los canalículos del interior del riñón, dando lugar a una verdadera distensión del riñón en forma de saco con atrofia de los elementos nobles.
Si la obstrucción asienta en la uretra se comprende que la hidronefrosis será de ambos lados, mientras que si asienta en un uréter la distensión recaerá solamente en el riñón del lado correspondiente.
El cuadro clínico varía, naturalmente, mucho según cuál sea el obstáculo que ha producido esta hidronefrosis. En unos casos se trata de cálculos atascados, en otros, de una compresión de los uréteres por un tumor, un acodamiento de los mismos por un riñón excesivamente móvil, estrecheces debidas a cicatrices inflamatorias, heridas, etcétera.
Las molestias, aparte de las correspondientes a la causa que ha determinado este proceso, son alteraciones de vecindad por distensión del riñón con sensación de plenitud, dificultad respiratoria, alteraciones de la digestión. En los casos unilaterales puede no haber alteración de las micciones.
Es característica la evolución de la enfermedad con intermitencias : la dificultad súbita de paso de la orina crea una retención que produce vómitos, dolores intensos como los cólicos nefríticos, aparición de un abultamiento en la región de la celda renal y ganas de orinar e imposibilidad de hacerlo, ¡unto con escalofríos. Tras esta fase tormentosa declina la enfermedad bruscamente, con una copiosa eliminación de orina y desaparición del abultamiento renal.
Si la orina retenida se infecta da lugar a la “pionefrosis” con un curso de escalofríos, fiebre, repercusión sobre el estado general y eliminación de orina purulenta, en especial cuando cede la fiebre y mejora el estado general.
En cambio, la orina se aclara precisamente cuando el enfermo se encuentra en peor estado. El tratamiento se orientará de acuerdo con cada una de las causas determinantes de este proceso (extirpación de cálculos, operación del riñón caído, etc.), combinándolo en algunos casos con el sonda¡e del uréter y lavado de la pelvis renal, sobre todo en los casos infectados.
En los casos infectados (pionefrosis) con pus que no puede eliminarse por las vías naturales, será necesario recurrir a la evacuación quirúrgica (nefrotomía).