Tifus abdominal (tifoidea)

Causas de Tifus abdominal (tifoidea).

Es una enfermedad producida por el bacilo de Eberth, que afecta preferentemente a los adolescentes y que predomina al final del verano y durante el otoño.

Transmisión.

Cuando en una localidad aparece un caso de tifus, hemos de pensar que procede de la existencia de otro enfermo tífico, o de sujetos portadores de gérmenes que padecieron la enfermedad.

La transmisión más frecuente es a través del agua contaminada por las letrinas, estercoleros o campos abonados con materias fecales procedentes de individuos contagiosos. De esta manera pueden contaminarse muchos alimentos y especialmente la leche o sus derivados debido a la posible permanencia en envases lavados con agua contaminada; lo mismo ocurre con las almejas, mejillones y ostras que han sido obtenidas en aguas contaminadas, o con vegetales y frutas regadas con aguas infectadas. También es posible la contaminación a través de las moscas por su costumbre de poner huevos en los excrementos.
De lo referido, se explica que la puerta de entrada más frecuente del tifus sea la vía digestiva.

Cuadro clínico.

En la forma corriente el periodo de incubación es de unas tres semanas, tras las cuales el enfermo se encuentra indispuesto. Sufre síntomas vagos, romo dolores de cabeza, pérdida del apetito, sensación de fiebre por las tardes; y, a veces, algún brote diarreico, que demuestra se trata de una enfermedad inicialmente digestiva.

En el período de estado los síntomas fundamentales son: la fiebre, que durante la primera semana asciende lentamente, después presenta pequeñas oscilaciones en la segunda semana; en la tercera ya son mayores, y a partir de la cuarta, desciende de un modo progresivo y lento.

El estado mental del tífico es muy característico a partir de la segunda semana, ya que muestra tendencia a no moverse y ofrece un aspecto abobado (estupor), como de asombro (estado estuporoso).

Los síntomas digestivos son los que más llaman la atención : lengua seca y tostada; trastornos durante la defecación, preferentemente en las formas más intensas (diarrea); el vientre se muestra hinchado por gases, con dolor a la presión en la región apendicular. El hígado y el bazo aumentan de tamaño.

Un síntoma ostensible y muy importante para el diagnóstico es la roséola. Se trata de una erupción que empieza al final de la primera semana, evoluciona en forma de brotes y consta de pequeñas manchitas del tamaño de una lenteja, que se localizan en el pecho y espalda (nunca en los miembros) y jamás de carácter hemorrágico (al apretarlas palidecen).

El médico se ayudará para el diagnóstico del análisis de sangre que demuestra la disminución de los glóbulos blancos con aumento relativo de los linfocitos.

Además, el cultivo de la sangre del enfermo, en la primera semana, si es positivo, y las pruebas de aglutinación del suero, a partir de la segunda semana, si son positivas, sobre todo en diluciones elevadas, nos darán la confirmación diagnóstica del proceso.

Complicaciones.

Entre las múltiples complicaciones que puede producir el tifus, dos resaltan por su importancia y gravedad: hemorragias intestinales, que se acompañan de síntomas generales de hemorragia y coloración negruzca de las heces, como alquitrán, y la perforación intestinal, menos frecuente que la anterior, que se acompaña de los síntomas clásicos: dolor intenso en el vientre, que se endurece, y al mismo tiempo en la comprobación gráfica del pulso y la temperatura observaremos que mientras ésta desciende, aquél aumenta, determinando lo que ha sido llamado «cruz de la muerte o del diablo», por su pronóstico de gravedad.

Prevención.

Para controlar las epidemias será preciso vigilar las conducciones de agua; prohibir beber agua y leche sin hervir; mantener bajo observación a cuantos tuvieron relación con el enfermo, prohibiéndoles que manipulen alimentos destinados a la venta.

Para prevenir la infección directa procedente de un enfermo, será necesario aislar al paciente; desinfectar las vasijas donde depositó sus heces, orina y esputos; darle la comida en vajilla aparte; recomendar a los que le traten que laven cuidadosamente sus manos después de cualquier contacto con él.

La medida más eficaz para prevenir esta infección es la vacunación antitífica. En períodos de epidemia es obligatorio, exigiéndose este requisito en muchos países para permitir la entrada en ellos.

Tratamiento de Tifus abdominal (tifoidea).

Dejando aparte el tratamiento medicamentoso que incumbe al médico y que se basa principalmente en la cloromicetina, cuya eficacia ha transformado de un modo absoluto esta enfermedad, daremos algunas normas de carácter general.

Es indudable que deberá prestarse especial atención a la higiene, al tratar al enfermo tífico. Su habitación deberá estar bien ventilada y a una temperatura constante. El paciente permanecerá en reposo absoluto, en cama, hasta que se haya restablecido completamente. El uso de un orinal particular es esencial y habrá de ser desinfectado siempre después de las deyecciones. La boca del enfermo deberá ser limpiada con agua oxigenada, después de cada comida. El paciente que sufra trastornos mentales y estupor deberá ser movilizado continuamente, para evitar pulmonías por falta de movilización. Deberá lavársele diariamente con una esponja.

La alimentación del tífico podrá basarse en la administración de cantidades moderadas de leche semidescremada, purés de arroz, pastas de sopa muy finas, alimentos azucarados —por su alto poder calórico— en forma de zumos de frutas
o mermeladas, y picadillos de carne de gallina, hervidos.

En los casos de fiebres elevadas puede ser conveniente la hidroterapia a base de envolturas frías que se aplican sobre distintas regiones del cuerpo enfermo durante quince a treinta minutos; o bien sumergiendo al enfermo en un baño templado, a 35° y descendiéndolo progresivamente hasta 18″ en el transcurso de veinte minutos. Después del baño, se le frota enérgicamente y se le seca, trasladándole de nuevo a la cama, cuyas sábanas habrán sido cambiadas durante el baño.