Causas de la Pulmonía típica.
El noventa y cinco por ciento de pulmonías que padece el adulto son debidas al neumococo. Del citado microbio se han descrito más de treinta y dos tipos distintos, siendo los más frecuentemente hallados los tipos I, III y IV respectivamente.
Este germen, que suele habitar en las vías respiratorias, puede determinar la eclosión de esta enfermedad si coincide con las siguientes circunstancias:
- Un estado alérgico aumentado, es decir, unas características especiales de reacción.
- Una capacidad defensiva del organismo disminuida, lo cual puede producirse: cuando existe una debilidad general del organismo (enfermedades, alcoholismo), cuando el individuo trabaja en unas condiciones de «surmenage» realice sobreesfuerzos, trabaje a la intemperie, etcétera.
- Pero, además, en muchos casos concurren, en el comienzo de esta dolencia, diversos factores que disminuyen la capacidad defensiva del pulmón, como son: los enfriamientos; las enfermedades con repercusión respiratoria : gripe, sarampión, tosferina; la aspiración de productos irritantes: sustancias tóxicas, vapores, gases, tabaco; y los traumatismos torácicos : fracturas de costilla, contusiones torácicas.
Cuadro clínico.
La pulmonía típica posee un cuadro muy característico. Comienza después de una incubación de pocas horas a pocos días. La fiebre se eleva rápidamente. Escalofríos. Dolor de costado. Tos seca. Y respiración dificultosa. La cara se congestiona. Los ojos están enrojecidos y brillantes. La expectoración es poco abundante y teñida con sangre: esputo herrumbroso. El sudor es profuso. La fiebre se mantiene elevada, cerca de los cuarenta grados durante el transcurso de la enfermedad, que suele durar en los casos corrientes de cinco a ocho días, tras los cuales cae la fiebre verticalmente —resolución de la crisis—, entrándose rápidamente en la convalecencia, que suele ser corta.
Tratamiento de la Pulmonía típica.
Hoy día la pulmonía típica ha perdido el carácter de gravedad que antes tenía, debido al empleo de los eficaces antibióticos. El tratamiento más efectivo es la penicilina, siendo de aconsejar que no se emplee en dosis elevadas. Basta administrar 300.000 unidades en inyección intramuscular, dos veces al día. En los casos más graves, con estado de «shock», se administrarán sales hidrosolubles de penicilina G por vía intravenosa. Sólo en caso de intolerancia a la penicilina se emplearán otros antibióticos: tetraciclina, cloramfenicol.
El enfermo afecto de pulmonía debe ser atendido adecuadamente- estará encamado en la posición más cómoda que encuentre. Es indispensable cambiarle de posición cada tres horas, para evitar la acumularon de secreciones. La habitación se mantendrá limpia y bien ventilada, y con una temperatura uniforme que oscile alrededor de los veinte grados. No deberá abusarse de ropa en la cama. El enfermo hará gargarismos con agua bicarbonatada, para tener la boca bien desinfectada. La saburra de la lengua se limpiará con un trapito empapado en bicarbonato. El cuerpo deberá ser lavado diariamente con agua, jabón y una toalla. Después se le frotará con colonia.
La alimentación, durante la fiebre, será líquida a base de jugos de frutas, leche hervida fría y sin azúcar, para evitar fermentaciones.
Si a las cuarenta y ocho horas no ha hecho de vientre, se le administrará un enema.