Por lo que respecta a las medidas sociales de prevención de la diabetes, es necesario tener en cuenta el factor hereditario (es decir, su carácter de enfermedad predominantemente constitucional de tendencia hereditaria) y los factores externos (en primer lugar, la alimentación, y en segundo lugar, la escasa higiene personal).
Medidas sociales de prevención de la diabetes
Una cuestión de considerable interés social es la del matrimonio de los diabéticos: problema que hoy es tanto más importante por cuanto la insulina ha mejorado mucho el curso de la enfermedad, permitiendo a un mayor número de diabéticos alcanzar la edad y la capacidad de procrear.
Como directriz general, ténganse en cuenta estos dos conceptos: cuando la tara es bilateral, es decir, en caso de matrimonio entre dos diabéticos o entre dos personas pertenecientes a familias de diabéticos, el riesgo de una descendencia diabética es muy probable (por consiguiente, dichas uniones no deben aconsejarse en general); cuando la tara procede de una sola parte, el riesgo de una descendencia diabética es mucho menor.
La profilaxis más importante de la diabetes corresponde a los progenitores. Sabemos que están constitucionalmente predispuestos a la enfermedad diabética los hijos de padres diabéticos, obeso, gotosos, enfermos de calculosis o arterioscleróticos precoces, es decir, todos los jóvenes en cuya historia familiar existen casos de enfermedades del metabolismo; estos padres tienen, ante sus hijos, deberes y responsabilidades que no deberían olvidar nunca. Deben dedicarles un cuidado asiduo y constante, con el fin de modificar y de corregir su terreno orgánico constitucionalmente predispuesto.
La misión de los padres empieza ya en los primeros meses de vida de sus hijos. Dicha misión puede resumirse en tres puntos: higiene, alimentación y precoces y frecuentes controles médicos-biológicos.
La educación física, los ejercicios deportivos, la vida al aire libre y en localidades sanas, determinan un robustecimiento que contribuye considerablemente a disminuir y evitar las enfermedades del metabolismo. Deben evitarse, además, dentro de los límites posibles, las exposiciones al contagio porque, como es sabido, todas las enfermedades infecciosas pueden poner de manifiesto una diabetes latente o potencial o, en cualquier caso, pueden constituir una ocasión para la enfermedad en un organismo que esté predispuesto a la misma.
Una norma profiláctica todavía más importante es la que tiende a la limitación y a la moderación en la dieta, sobre todo cuando el niño crece y se convierte en joven. Será necesario limitar especialmente la cantidad de alimentos hipercalóricos, en los que predomina la cantidad de substancias de intensa actividad energética (grasas e hidratos de carbono), evitando, sobre todo, el abuso de farináceos y de alimentos azucarados (pan, pastas alimenticias, dulces).
Nos referimos, como es natural, al abuso, porque el empleo moderado y razonable de dichos alimentos es útil y necesario, especialmente en los primeros decenios de la vida: será suficiente limitar a sus justas proporciones la cantidad de las comidas, prohibiendo el empleo inmoderado de dulces, hacia los que los niños muestran una tendencia desenfrenada.