La diabetes mellitus es una enfermedad universal, de reparto relativamente uniforme por todos los Continentes. Son muchos los estudios sobre los factores más influyentes en la aparición de la diabetes.
El estudio de su morbilidad ha variado mucho en los últimos decenios, dependiendo del criterio empleado, ya que puede ser mínima, si se recoge de los certificados de defunción, o ser muy elevada, si el criterio utilizado es una simple glucemia postprandial o a las 2 horas de una sobrecarga. Mientras unas estadísticas se han realizando investigando una glucosuria, otras se han basado en una glucemia semicuantitativa. Además, el criterio interpretativo, con sólo variar ligeramente, eleva o desciende notablemente la incidencia de la enfermedad en los diferentes países y depende también de otros factores como la edad, estado nutritivo, etc.
Aparentemente la diabetes mellitus es más frecuente actualmente que hace 15-20 años, pero sólo aparentemente, pues la elevación de la incidencia se cree es debida al estudio más detenido y más exacto de la población en cuestión. Hoy día se considera que la incidencia de la diabetes mellitus oscila entre el 1-3% en el mundo occidental, con ligeras variaciones de unos a otros países. En Nueva Zelanda es del 5%; entre los nativos de Hawai, del 7,8%; entre los indígenas sudafricanos, del 12,6%.
Algunos estudios previos parecían indicar una mayor prevalencia en la población judía, pero se ha visto que no es cierto comparando otros países con Israel; por el contrario, los judíos yemenitas recién inmigrados presentan una baja incidencia (0,06%), que se eleva hasta alcanzar al resto de la población después de 20-25 años de residencia en Israel (Cohen, 1961). En Japón la frecuencia de la diabetes es del 3%; en Malasia, 3,5%, y en Pakistán Oriental, 1,5%. En el Norte de Europa es del 1,77%, en Noruega, y del 1,52%, en Suecia. En Uruguay, 6,9%; en Venezuela, 7,3%. En España, según una encuesta de Pallardo y Matute, en 1965 sólo había un 0,33% de diabéticos conocidos entre cinco millones de habitantes rurales; sin embargo, recientemente Rodríguez Miñón y col. (1970) encuentran una incidencia que varía desde el 5,2%, si el criterio es la glucosuria positiva, y el 7,9%, si es la glucemia postprandial (> 1,26 g 0/00).
No parecen existir diferencias raciales. Los negros no son menos diabéticos que los blancos. Una excepción son los esquimales, cuya incidencia es muy baja: 1/4.000, según Sagild y col. (1966), mientras que, por el contrario, los indios pimas presentan la mayor incidencia conocida, pues entre los mayores de 35 años, el 42-50% de la población es diabética (Bernett y col., 1971), hecho que se atribuye a la alimentación, obesidad y elevada consanguinidad; en otros grupos étnicos americanos se han encontrado incidencias del orden del 22 al 34%, pero ninguna tan alta como en los pimas, y eso que el criterio de selección era que la glucemia a las 2 horas de la sobrecarga de 75 g de glucosa fuera igual o superior a 1,60 g 0/00.
Un factor que es muy importante tener en cuenta es la edad, ya que, por ejemplo, en U. S. A., donde se calcula existen unos 4 millones de diabéticos, o sea alrededor del 2% de la población, la incidencia es mucho menor entre los menores de 24 años (0.2%) que entre los mayores de 65 años (6.9%), con cifras intermedias para los adultos: entre 25 y 44 años, 1%; entre 45 y 54 años, 3,3%, y entre 55 y 64 años, 5,6%. Esto explica que el 80% de los diabéticos tengan una edad superior a los 45 años y sólo un 4% padezcan la enfermedad antes de los 15 años.
Por lo general, para un determinado porcentaje de diabéticos conocidos hay que suponer que existen otros tantos desconocidos e incluso, para algunos, un porcentaje similar de dudosos. Así, O’Sulivan y col. (I967) han encontrado en Sudbury un 1,1% de diabéticos conocidos entre el 77% de la población mayor de 15 años; pero existía un 8% más de diabéticos descubiertos en la encuesta mediante la determinación de la glucemia postprandial, confirmada con una sobrecarga oral.
Generalmente no hay diferencia de sexos, aunque por encima de los 40 años existe un discreto predominio en las mujeres. Sin embargo, hay autores que observan una preponderancia en el varón, como Freedman en el Japón.
Muy importante parece ser la alimentación en relación con la incidencia de la diabetes. Aparte de la obesidad, se ha visto que una alimentación rica en carbohidratos y especialmente el consumo alto de azúcar refinado favorece la aparición de diabetes. Así se explica la mayor prevalencia en la ciudad que en el campo, excepto para los cultivadores de caña de azúcar, y las diferencias entre grupos socioeconómicos diferentes en la misma ciudad. También se explica asi el aumento de diabéticos entre los mismos grupos étnicos que emigran a otros paises o simplemente cambian su residencia del campo a la ciudad. Para algunos autores, más importancia que la calidad hidrocarhonada de los alimentos es su aporte calórico total, explicando así la baja incidencia diabética en el Extremo Oriente, a pesar de que la alimentación básica sea el arroz, y la franca disminución y mejoría de los diabéticos en los períodos de hambre.
Menos importancia parecen tener el tipo de vida, el stress de la ciudad o la disminución del ejercicio físico. La relación más constante de la diabetes en diferentes países ha sido el exceso de adiposidad (West y Kalb Fleisch, 1971).
Por último mencionar que hay que tener en cuenta la historia familiar, pues en caso de ser positiva, la incidencia de la diabetes se eleva dos o tres veces sobre lo normal.