Historia de la diabetes

Si hablamos de historia de la diabetes, debemos hacerlo de la búsqueda de un agente terapéutico que permitió, en 1918, el descubrimiento de las propiedades hipoglucemiantes de las guanidinas y de uno de sus derivados, la neosintalina. Esta sustancia no pudo ser utilizada por su acción tóxica sobre hígado y riñón.

Las sulfodrogas, el descubrimiento más importante en la historia de la diabetes

Fue un investigador americano, Ruiz, quien en 1930 describió por primera vez la acción hipoglucemiante de las sulfodrogas. En 1942 Jambón encontró hipoglucemia acentuada al investigar la acción terapéutica de una sulfamida, el sulfoisopropitiadiazol. Con esta base, Loubatiéres inicia una serie de trabajos experimentales, de gran importancia en la terapéutica bucal de la diabetes.

Circunstancias accidentales, impidieron que estas publicaciones tuvieran difusión, y sólo cuando Franke y Fuchs, en 1954, señalaron los efectos hipoglucemiantes de otra sulfodroga, la carbutamida (1955), fue cuando se inició la aplicación masiva de esta terapéutica. La carbutamida fue pronto sustituida por otros derivados que tenían acción similar, pero con menores efectos tóxicos sobre el organismo. Así sucesivamente fueron apareciendo con variado éxito numerosas sulfodrogas hipoglucemiantes. En la actualidad las sulfodrogas más empleadas son la tolbutamida, la clorpropamida y la acetohexamida.

Los hipoglucemiantes perorales han tenido gran repercusión en diabetología, permitiendo a muchos enfermos eliminar la inyección diaria, factor de angustia e incomodidad.

Asimismo han dado origen a múltiples trabajos de investigación experimental y clínica, que han hecho ampliar y mejorar los conocimientos sobre diabetes, con un ritmo superior al de décadas anteriores.

Como oposición a lo expresado es necesario señalar el hecho de que sólo son efectivos en un determinado grupo de diabéticos, pues aún siguen existiendo los insulinodependientes.

Tampoco han mostrado eficacia en la profilaxis de la vasculopatía, y por último, paradójicamente, la facilidad de su administración ha tenido resultado negativo en muchos enfermos dándoles la engañosa sensación de que podrían auto medicarse con comprimidos, abandonando la dieta e incluso la vigilancia médica, con los riesgos consiguientes, tanto para las complicaciones a que se exponen, cuanto para las intercurrencias.

Dado que el que con más frecuencia tiene que tratar a los diabéticos que se benefician con los hipoglucemiantes perorales, es el médico clínico no especializado, es importante que éste conozca el manejo de estos agentes terapéuticos.