La endocarditis es la inflamación del endocardio, que es la membrana o capa endotelial que recubre la cara interna del corazón.
Como se comprende, la inflamación de esta membrana tiene una gran importancia en las enfermedades del corazón, puesto que la mayoría de las lesiones de las válvulas cardíacas son consecuencia de una inflamación o de una infección del endocardio. Por otra parte, el pronóstico de la mayoría de enfermedades del corazón depende de la intensidad y extensión en que el endocardio esté afectado.
Clasificación.
Las endocarditis pueden dividirse desde varios puntos de vista, si bien atendiendo a la forma en que evolucionan, se las suele dividir en dos grupos:
- Endocarditis benignas, cuya forma más característica es la endocarditis reumática.
- Endocarditis de evolución maligna, entre las cuales hay unas formas agudas o rápidas; y otras lentas, pero no por ello menos malignas.
Endocarditis reumatica.
El reumatismo poliarticular agudo, fiebre reumática, puede complicarse con afectación cardíaca y ésta puede asentar en el miocardio, en un sesenta y cinco por ciento; o en el endocardio, un treinta por ciento. Las consecuencias que puede determinar esta complicación del reumatismo son importantes, especialmente cuando se trata de un paciente joven. En la mayoría de los casos y como consecuencia tardía de esta afección se producen alteraciones en las válvulas cardíacas: insuficiencia mitral, y estenosis mitral. En fases más avanzadas puede sobrevenir una insuficiencia del corazón o complicaciones embólicas en el cerebro (apoplejía) o en el pulmón(edema agudo de pulmón).
El diagnóstico es fácil cuando se producen alteraciones cardíacas en un enfermo que tuvo recientemente una fiebre reumática, resultando más difícil cuando la sufrió hace años. De todas formas, el médico tiene preciosos auxiliares para confirmar su diagnóstico: electrocardiograma, examen radiográfico, análisis de sangre, especialmente la velocidad de sedimentación de los glóbulos rojos, que representa el «termómetro» para medir el grado de actividad del reumatismo.
Endocarditis malignas agudas (bacterianas).
Las lesiones son similares a las que puede producir el reumatismo, si bien los trastornos y síntomas cardíacos de las lesiones valvulares quedan enmascarados por el cuadro general de la sintomatología correspondiente a la septicemia que produjo esta complicación. Casi siempre se trata de procesos sépticos, cuyas bacterias (especialmente frecuente es el estreptococo) anidan en el endocardio determinando esta afección grave.
Endocarditis maligna lenta.
Esta afección presenta unos síntomas análogos a la anterior, pero con un curso más prolongado.
No podemos entrar en detalles diagnósticos, que pertenecen al campo específico del cardiólogo. Tan sólo subrayaremos que de las dos formas que se describen, dentro de estas endocarditis, una de ellas, la llamada endocarditis lenta abacteriana (por el hecho de que no pueden demostrarse gérmenes circulantes por la sangre), es de un pronóstico severo y de evolución francamente maligna, siendo el desenlace corriente la muerte al cabo de dos o tres años, ocasionada por insuficiencia cardíaca o por embolia cerebral.
Tratamiento.
Cualquiera que sea el tipo de endocarditis, el médico orientará ante todo el tratamiento a combatir la causa que produjo la alteración del enfermo. En los casos retí máticos acudirá a terapéuticas específicas. En las endocarditis producidas por bacterias de origen septicémico, los tratamientos antibióticos colaborarán eficazmente.
Es preciso, además, añadir una terapéutica tonificante del corazón y unas orientaciones higiénicas de gran importancia; en las formas agudas es fundamental el reposo absoluto, en cama, que deberá prolongarse durante todo el tiempo activo de la enfermedad. La velocidad de sedimentación de los glóbulos rojos es el mejor indicador de la actividad o la inactividad de esta enfermedad. Conviene indicar que una de las guías mejores que el médico posee para valorar la evolución de este proceso es la normalización de la frecuencia del pulso. En las endocarditis reumáticas es preciso mantener al enfermo en cama, por lo menos durante cinco semanas, aunque subjetivamente se encuentre bien, por el hecho de que la cicatrización de las lesiones requiere, en el mejor de los casos, el espacio de tiempo señalado.
En la endocarditis maligna lenta se han obtenido buenos resultados empleando dosis muy elevadas de penicilina (unos cinco millones de unidades diarias), acompañado de la administración de otros antibióticos del tipo de la eritromicína, estreptomicina o tetraciclina. Si bien esta afección ha sido llamada abacteriana —porque no pudo descubrirse en los primeros tiempos el germen causante—, parece que hoy en día, mediante el cultivo de sangre en un medio apropiado (hemocultivo), ha podido determinarse que los gérmenes existen, si bien en formas anormales difíciles de aclarar. Una vez descubierto el germen es fácil practicar un antibiograma y deducir cuál es el antibiótico de mayor efectividad para la curación o, por lo menos, atenuar la grave enfermedad.