La labor del médico, al intentar la correción o tratamiento de un caso de delgadez, consiste, ante todo, en clasificarlo para saber a qué grupo pertenece. Existen varias modalidades distintas de delgadez. Las describiremos brevemente:
Delgadez constitucional
Nos referimos a la delgadez como único trastorno, sin que haya ningún otro síntoma anormal. Trátase de individuos que constitucionalmente son delgados, pero que se encuentran perfectamente. En tales casos no debe esforzarse en hacer tratamiento o cura de engorde.
Ahora bien, si se comprueba que la dieta es insuficiente desde el punto de vista calórico o proteico, se corregirán estas deficiencias.
Si se observa que hay una pérdida o falta de apetito se intentará aumentarlo por medio de distintos recursos que ahora enumeraremos:
Dieta. La dietética debe ser prudente, y el aumento de contenido calórico de la ración, progresivo. A veces es necesario, sobre todo al comienzo de la cura, tener en cuenta intolerancias reales, y distinguirlas siempre de las que son pretendidas intolerancias, alegadas por las personas enfermas, comúnmente, y que son numerosísimas. Un recurso —para comenzar la sobrealimentación— es el de suplementar la ración con leche concentrada, azucarada (condensada) que, absorbida sin diluir a razón de cuatro veces 50 gramos, aporta gran cantidad de calorías.
También, en este sentido, resulta útil administrar queso, que puede ingerirse incluso sin pan a razón de 100 a 200 gramos al día.
Para obtener la reeducación durable del apetito, la dieta ha de ser de digestión fácil, de poco volumen para su valor nutritivo, dejando poco residuo. Debe recurrirse para ello a alimentos “ricos’” tales como: pasta, arroz, harinas y sémolas, quesos, miel, postres azucarados, grasas, de preferencia añadidas crudas a los alimentos.
Es preciso vigilar también el mantenimiento de una ración de proteínas del orden de los dos gramos por kilo de peso del paciente y día, pues en lac perso- ñas delgadas, aquéllas se requieren en cantidad superior a 100 gramos con 2000 calorías.- las leches, los quesos, huevos, carnes y pescados, están por lo tanto especialmente indicados.
Como colaboradores en el incremento de! apetito, cumplen una misión más psicológica que efectiva los aperitivos, el licor de Foeler, fosfuro de cinc, nuez vómica, kola, etcétera.
Siempre son útiles, en especial al comienzo, los fermentos digestivos, a condición de prescribirse en una forma agradable.
Los enfermes deben, asimismo, ser substraídos a las influencias nefastas de su sistema nervioso, lo que constituye, justamente, uno de los fines del aislamiento más o menos severo y completo. Los sedantes nerviosos a dosis pequeñas son siempre útiles. Los tranquilizantes pueden también jugar su papel. La dorpromacina y la reserpina a dosis pequeñas deberán emplearse.
Muy útiles pueden ser la isoniazida a razón de diez gramos diarios. Entre las hormonas, el primer lugar lo ocupa, en el tratamiento para adelgazar, la insulina, a base de dosis de cinco a quince unidades antes de cada comida.
La hidrocortisona a dosis de diez mgr, asociada a la hormona masculina en el hombre —con un régimen suficiente, rico en proteínas—, puede igualmente resultar muy útil. En la mujer pueden emplearse los andrógenos sintéticos, si bien con extrema prudencia en las dosis, pues todos ellos poseen algún efecto virilizante.
Recientemente, se ha descubierto una hormona de movilización da las grasas en el lóbulo posterior de la hipófisis. La confirmación de este descubrimiento podría conducir al camino para el tratamiento de la delgadez constitucional, puesto que bastaría utilizar substancias como el ácido hialurónico, que inhiben la función de la citada hormona.
Con todas estas terapéuticas se logra obtener el peso normal, manteniendo el equilibrio de los trastornos funcionales. Pero debe añadirse que la recuperación del peso normal no es el fin principal; la verdadera curación consiste en la reeducación duradera del apetito, el control de la alimentación y evitar cuanto engorde al individuo.
Delgadez y adelgazamiento
Nos referimos a aquellos individuos que, constitucionalmente, son delgados con un aspecto «emaciado» y que muestran irregularidades digestivas, casi siempre en relación con su constitución alargada.
Es decir: estómago caído, atonía digestiva, con descenso hacia la parte inferior del abdomen de las vísceras intestinales. Son personas con alteraciones dispépticas de carácter nervioso, que sacian rápidamente su apetito y a menudo inmediatamente después de la ingestión, notando pesadez en el estómago. Producen eructos agrios y, a veces, exceso de acidez.
Además sufren una serie de fenómenos de carácter neurovegetativo, como insomnio, o presión torácica, palpitaciones abdominales, taquicardia, cansancio neuropsíquico manifiesto y estreñimiento pertinaz.
Tales individuos adelgazan porque cada día se nutren menos para aliviar sus molestias gástricas, y éstas se van acentuando más como consecuencia de la restricción alimenticia, estableciéndose así un círculo vicioso difícil de solventar.
El tratamiento debe consistir en lograr la recuperación del peso que se necesita para que los órganos del abdomen no se acoden, ni se relajen. Para que adquieran el grado suficiente de potencia neuromuscular, corrigiendo este modo la falta de tono en el estómago y para que se eleve la tensión arterial hasta un punto compatible con la actividad adecuada, hay que acomodar el régimen a los trastornos digestivos; combatir la pérdida de apetito, la disminución de ácido o el aumento que pueda existir y corregir’ la caída de las visceras mediante el empleo de una faja abdominal.
Recomiéndase además que, después de las comidas, ayuden la digestión reposando durante un rato en la cama.
Adelgazamiento
En contraste con los estados constitucionales de delgadez, cuya característica es el poco peso y volumen del cuerpo, habitual y permanente, hemos de considerar el grupo de los adelgazamientos que se caracterizan por la disminución de peso y del volumen del cuerpo, secundario a una causa patológica determinada, cuyo origen hay que buscarlo en el agotamiento o insuficiencia de reservas nutritivas.
Otro grupo que podríamos aceptar es la desnutrición, que puede ser definido como el estado en el cual, ¡unto con la disminución y agotamiento de las reservas nutritivas, se puede demostrar una alteración de la composición de los tejidos.
Entre las causas más frecuentes que ocasionan adelgazamiento recordaremos las siguientes:
Insuficiente alimentación, ya sea por déficit en el aporte calórico, ya por falta de algún principio alimenticio, o de adecuación al régimen requerido por el individuo.
Adelgazamiento secundario a trastornos nutritivos y digestivos. Pueden producirse por perturbaciones en la digestión debidas a enfermedades diversas, a alteraciones funcionales o bien a alteraciones en la absorción o también como consecuencia de afecciones digestivas, como gastritis, diarreas, operaciones quirúrgicas, enfermedad celíaca, etc.
Asimismo, por aumento en las necesidades calóricas, como consecuencia de exceso de actividad muscular o por vivir en ambientes de temperatura elevada o por hipertiroidismo o estados febriles agudos o procesos Infecciosos diversos. En otras circunstancias, también por dificultades en la utilización de los alimentos, como ocurre en las insuficiencias biliares o en. el hipertiroidismo.
Esta distintas modalidades nos indican la necesidad, en todos los casos, de realizar el correspondiente estudio de cada paciente, para deducir la posible causa que ha determinado su enflaquecimiento, y corregirlo adecuadamente.