El diabético, al comienzo de su afección, sobre todo en las primeras entrevistas con su médico, exacerba su sentido de sorpresa, de angustia, de limitación. Más que la sintomatología en sí o la resistencia al tratamiento, el enfermo en esta primera etapa está atemorizado por una serie de tabúes o informaciones deformadas que le han trasmitido respecto de su afección. Tomando la diabetes como un todo, desconociendo matices, aplica a su caso el peligro de muerte por coma, o el de invalidez por ceguera o amputación.
¿Cuál es la reacción inicial del diabético, y cual puede ser la actitud posterior frente a su enfermedad?
Exige al médico la máxima agudeza en el examen para descartar un error diagnóstico. Simultáneamente, busca cualquier solución “escapista”, para no afrontar el carácter permanente que tiene la diabetes
En esta primera etapa, de pocas semanas de duración, el médico debe tratar al diabético como a un enfermo agudo:
- Debe ser preciso y detallado en todas las indicaciones terapéuticas, partiendo de la base del total desconocimiento diabetológico de su paciente.
- En esta etapa dará el mínimo de explicaciones. En cambio exagerará la relación existencial médico-enfermo, tratando de establecer con él una “simpatía” en el sentido más etimológico del término.
- Debe vigilar al máximo el impacto neurotizante de la enfermedad en la familia del diabético. -Evitará, especialmente en los diabéticos infanto-juveniles, la tan frecuente actitud recriminatoria de un cónyuge al descubrir un antecedente diabético entre los familiares del otro.
Pasado el primer impacto, las reacciones del enfermo ante su diabetes varían. Mucho depende del medio familiar y de la habilidad del médico para encarar los aspectos psicológicos de su paciente.
Modalidad de estas reacciones:
Actitud de enfrentamiento: Es muy frecuente en los diabéticos adolescentes, sobre todo en aquellos que toman su enfermedad como pretexto para reaccionar ante una exágerada sobreprotección paterna.
Son enfermos agresivos y rebeldes.
Eliminan la enfermedad de su universo, evitando caer en la acidosis con la inyección diaria de insulina, que emplean como única terapéutica. Buscan cómplices, en especial a los médicos, que legitimen sus trasgresiones.
Dentro de esta categoría hay un grupo de enfermos particularmente difíciles. Son aquellos que ya han pasado la adolescencia, y que actúan con psicología de “triunfadores”. No pueden concebir que por ser su vida una sucesión de éxitos, pueda el médico limitarlos a través de la terapéutica de la diabetes. Prescinden de la visita periódica. Tratan de volcar hacia la enfermedad su propia autosuficiencia, que les ha resultado en otros campos.
Para este grupo de rebeldes, la acidosis o el precoma, que ocurre en forma casi inexorable, es el medio más útil que tiene el médico para intentar una reubicación.
Actitud soslayada: Muy adecuada a la posición “escapista”; es una actitud conformista a medias. El enfermo quiere convencerse que va bien, si consigue estar más o menos normalizado cuando visita a su médico. Por consiguiente, no abandona por completo el tratamiento. Conoce todos los trucos para evitar las grandes alteraciones.
Este grupo tiene la ventaja de no perder el nexo con el médico, y de ser susceptible de responder a una acción educativa, suficientemente motivada.
Es un grupo donde el médico necesita la máxima elasticidad mental para poder manejarlo.
Actitud comprensiva: Es el ideal para llegar en mayor o menor grado.
El centro de gravedad de esta actitud reside en obtener que el enfermo no acate ciegamente las indicaciones, sino que las elabore él mismo. El médico encarrila, pero es el enfermo quien, libremente, decide.
Dentro de este grupo hay un sector que puede ocasionar preocupaciones es el de los diabéticos detallistas, obsesivos, que vuelcan hacia su enfermedad una exagerada preocupación. Tienden al cumplimiento puntilloso de todas las indicaciones de su médico, y pueden llegar a situaciones neuróticas, donde la diabetes es sólo un pretexto.