Pleuresía

Llamamos pleuresía o pleuritis a la inflamación de las pleuras, la cual puede presentarse en tres formas clínicas distintas: pleuresía seca (sin derrame), pleuresía con derrame seroso (pleuresía serosa) y con derrame de pus (pleuresía purulenta o empiema de la pleura).

Pleuresía seca.

Es una inflamación aguda de la pleura en la que esta membrana pierde su lisura y brillo normal, acumulándose en su superficie gran cantidad de fibrina, que en algunos casos provoca la fusión y adherencia de ambas hojas pleurales.

A veces la causa es un simple enfriamiento, en otros casos es consecuencia de una inflamación tuberculosa o es secundaria a una serie de causas idénticas a las que describimos en «Pleuresía con derrame».

Clínicamente se manifiesta por un comienzo agudo, dolor intenso en un costado, fiebre moderada y tos dolorosa. Es característico que el enfermo calma sus molestias si descansa sobre el lado afectado, ya que así inmoviliza las pleuras de este lado.

El médico confirma el diagnóstico por auscultación (se aprecia un ruido característico de roce) y por exploración radiológica (se comprueba que no existe derrame pleural).

El tratamiento se basa en el reposo en cama, vendaje de esparadrapo bien apretado en el lado dolorido, aplicación de calor local, y combatiendo la tos con las medicaciones antitusígenas.

Pleuresía con derrame.

En muchos casos, la causa de la inflamación pleural pasa inadvertida y entonces pensaremos en el posible origen tuberculoso. En otros, el motivo que la produce es evidente: el individuo sufría unas anginas, un estado septicémico o una enfermedad del pulmón (absceso, pulmonía).

En ocasiones es consecuencia de una fractura de costillas o de una contusión en el tórax.

En estas pleuresías lo que más llama la atención es la dificultad respiratoria con sensación de opresión, mientras que el dolor de costado no existe (al estar separadas ambas hojas pleurales por el líquido, no rozan entre sí como en la pleuresía seca, y no se origina dolor). Puede haber fiebre, dependiendo ello de la causa que produjo la pleuresía. Mas por lo general estos derrames serosos, o bien no producen aumento de temperatura, o la aumentan muy discretamente.

El examen radiográfico demuestra una imagen característica : cuando el derrame es pequeño, se aprecia que el ángulo entre el diafragma y las costillas está lleno, y en los casos de derrame abundante, se observa una sombra intensa que asciende hacia los lados.

En circunstancias dudosas, el médico recurre a la punción pleural para comprobar la existencia del derrame y analizar su composición, y si existe el derrame lo demostrará la presencia de un liquido semejante al suero sanguíneo con abundante cantidad de células linfáticas (especialmente en los derrames tuberculosos) y predominio de leucocitos cuando se trata de derrames de origen reumático u otras formas de pleuresía aguda. En la mayoría de los casos no se comprueba la presencia de bacterias y si se trata de investigar la presencia del bacilo de Koch es preciso recurrir a la inoculación del líquido pleural a un conejillo de Indias.

Tratamiento de la Pleuresía.

Cuando existe derrame y éste es abundante, se preferirán los tratamientos conservadores sin practicar punción, que será reservada sólo para los casos de derrames mayores.

En todos los casos, se hará un tratamiento general reforzante, con preparados de calcio, vitaminas y el que hemos indicado en las pleuritis secas, reduciendo además la cantidad de líquidos que se administren el enfermo (con lo cual se disminuye la posibilidad de aumentar el derrame pleural).

Si el derrame es importante, el médico indicará la punción evacuadora, previo análisis del contenido. Si el análisis demuestra riqueza en linfocitos, complementará el tratamiento con administración de estreptomicina por vía intramuscular e inyección intrapleural de igual cantidad de aire que el líquido que se extrajo.