Cura para la Epilepsia

Causas de la Epilepsia.

La epilepsia es una enfermedad que durante muchos siglos fue considerada como provocada por fuerzas mágicas, invisibles o diabólicas. Se la llamó “enfermedad del Diablo” y también “enfermedad Divina”, por considerarse cual un castigo por algún mal cometido. La enfermedad puede deberse a múltiples causas, agrupadas en dos modalidades: las epilepsias sintomáticas, cuya causa es perfectamente conocida y generalmente tiene por origen alteraciones o lesiones cerebrales; y las epilepsias esenciales cuyas causas se ignoran. Parece ser que algunos autores consideraron que esta afección es consecuencia de alguna infección sifilítica. No obstante, la atribuida relación no ha podido ser demostrada, pues si se le aplica un tratamiento antisifilítico resulta que carece de eficacia en la epilepsia esencial.

Cuadro clínico de la Epilepsia.

Los trastornos o síntomas del epiléptico pueden ser calificados en dos aspectos:

  • Primero: Síntomas durante los ataques epilépticos en los cuales el paciente, bruscamente, de un modo violento, es afectado por una crisis convulsiva violenta, con contracciones crónicas. Mordedura de la lengua. Incontinencia de orina y heces. Dificultad respiratoria progresiva, volviéndose su rostro azulado. Echa espuma por la boca, y al cabo de unos minutos cede el espasmo. Recupera la respiración. El paciente, poco a poco, recobra el conocimiento sin que recuerde lo ocurrido. No obstante, sabe que ha sufrido un ataque, por la fatiga que nota en todo su cuerpo y por las lesiones de la lengua. La descrita es la forma típica de ataque epiléptico.
    A veces el ataque es distinto, atípico, sin convulsiones. Recibe el nombre de “pequeño mal”. Pudiendo manifestarse intermitentemente en forma de ausencias: los pacientes interrumpen durante un momento (instantes en ocasiones) su conversación o la labor que están realizando, mientras que sus ojos adquieren una expresión extraña de iluminado,- o bien hacen o dicen algo que no tiene explicación ni lógica para las demás personas. Tras unos segundos, inmediatamente, retornan a la normalidad. Todo es tan rápido que incluso quienes les rodean no advierten el incidente. Se comprende que dichos estados, caso de estar el paciente conduciendo un coche o una moto, o realizando algún trabajo decisivo (análisis, trabajo peligroso) pueden resultar fatales.
    Muchos accidentes de tráfico inexplicables pueden deberse a los descritos trastornos en pacientes cuya enfermedad no ha sido bien diagnosticada.
    Otras veces el paciente presenta alucinaciones, o sufre síncopes, o vértigos. Otros enfermos, er pleno día, quedan dormidos profundamente.
    Como formas atípicas cabe considerar los llamados “equivalentes epilépticos”, que difieren muchísimo del verdadero ataque epiléptico. Se trata de perturbaciones que aparecen de modo súbito. Pueden manifestar extraordinaria diversidad de matices, tales como cambios de humor, o fugas; ésta es otra forma especial que ofrece singular carácter: un día, inesperadamente, sin que haya motivos, el paciente se marcha de su casa. Coge el tren. Se aleja a veces varios kilómetros y pasa varios días fuera. Después regresa al hogar sin que sepa el motivo que ha determinado su modo de proceder. Terminado el período “anormal”, que puede durar días o incluso semanas, no se acuerda de lo que hizo o sólo tiene una idea vaga, como si hubiera soñado.
    Durante estos períodos, en que el paciente parece que sueñe, puede cometer delitos tales como: robos, incendios, crímenes sexuales y violencias graves. La capacidad delictiva del epiléptico en los estados referidos queda muy aumentada.
  • Segundo: Tras los períodos convulsivos en las formas típicas, señaladas anteriormente, o de estos estados que substituyen las formas convulsivas, se entra en un período de calma, casi normal, salvo la persistencia de los rasgos psíquicos que caracterizan la personalidad del epiléptico. Son individuos que pudiéramos calificar de “raros” que tan pronto se muestran violentos y provocadores, como reservados y prudentes. Tienden a inventar historias inverosímiles. Poseen un concepto exagerado de su propia importancia. En las formas más avanzadas de la enfermedad, el nivel disminuye, de modo que su atención, memoria e inteligencia van menguando hasta llegar a un estado demencial.
    Recordemos que el médico, entre posibles dudas sobre el estado del enfermo puede recurrir a un método muy eficaz para confirmar el diagnóstico: nos referimos al estudio de las corrientes eléctricas cerebrales (electroencefalograma).

Tratamiento de la epilepsia.

El tratamiento de la enfermedad se basa en observar medidas higiénicas adecuadas, y emplear algunos medicamentos para combatir las convulsiones. Entre ellos, cabe citar el luminal, el difenilhidantoinato y la tridiona entre otros.

Pero nos interesa mucho insistir en las medidas higiénicas aplicables al epiléptico: ante todo, no olvidemos que el epiléptico tiene que ir siempre acompañado por otra persona que pueda evitar, en el caso de un ataque convulsivo, que sufra un accidente importante. Ningún cargo de responsabilidad puede ser desempeñado por él (chófer, aviador, médico) y tampoco puede ser empleado en profesiones con riesgo (albañiles). En el campo castrense, un diagnóstico de epilepsia excluye tanto del servicio militar como del ejercicio de la profesión. Según el derecho canónico, la epilepsia impide el sacerdocio, pero no el matrimonio, aunque es recomendable que no se casen a menos que hayan transcurrido varios años desde el último ataque.

Es necesario que el epiléptico lleve una vida apacible, sin preocupaciones, ni choques emotivos. Se seleccionarán muy bien sus lecturas y sus diversiones (los deportes con riesgo deberán prohibírsele).
La alimentación será variada y nutritiva, prohibiendo la condimentación excesiva, los alimentos fuertes y las bebidas estimulantes (café, alcohol).

Durante el ataque epiléptico es ante todo preciso evitar que se lesione y para ello se le colocará echado en un sitio blando con una almohada o su propia americana colocada bajo la cabeza, aflojándole las ropas y el cinturón y evitando que se muerda la lengua (colocando un trozo de madera entre las muelas).